viernes, 24 de abril de 2015

Cirugía mental


“Esto no sirve”, “me voy”, “se lo llevó quien lo trajo”, “que desastre”, “hasta cuando”, “aquí no se puede vivir”, “insólito”, “esto lo que da es pena” son las frases con la que los venezolanos alimentan sus acciones. Ninguno se escapa de decir alguno de estos comentarios, quizás muchos de ustedes se preguntan ¿Qué podemos hacer? ¿Cómo pensamos diferente? Revisa tu pasado, seguramente debe existir una motivación que condicione tu pensar. Comienza verdaderamente a  conversar, conocer, abrazar, relacionarte con Venezuela, pregúntale tú como venezolano que necesita y siente tu nación.

                                                                                                                 Flor de Hannover - barquisimeto, Lara                     Foto por: Laura Villalobos

La posición de Venezuela en Sudamérica es exactamente la que se merece. Los contemplares que te ofrece son de inspiración natural, múltiple, única, independiente y lo mejor es que, estos, no pueden ser enajenados. Ese espacio territorial que hoy te levanta sus manos pidiendo auxilio ha sido el más dichoso, nombrado y solicitado, desde siempre, del continente americano por sus prósperas posibilidades y riquezas. Lo triste, y muy pocos lo notan, es que siempre se busca a este ejemplar femenino para faltarla, explotarla y que trabaje sin piedad ni recompensa alguna; es como los amigos que se relacionan contigo solo por interés. En esos enmascarados esta su población  más allá de su poder político: en este caso el irrespeto comienza desde adentro. 

            Las salidas al mar, sus tierras fértiles, sus minerales, sus manantiales, su flora, su fauna, sus colores, su oro negro resplandecen y destellan ante el mundo. Tu mirada hacia la luna y las estrellas te enseñan que Venezuela astronómicamente es increíble, un esplendor que también se le añade. El frío, el calor, las cascadas, el viento, los mares, las montañas, la suave arena e incluso lo más oscuro de las cuevas con sus piedras ásperas no se asemejan a las condiciones de ningún otro paisaje. Los movimientos sociopolíticos transforman la realidad antes descrita; por eso nada de lo que vives actualmente te permite adornar y disfrutar cada kilómetro venezolano.

A este nivel de tu lectura es necesario analizar el comienzo de la democracia, incluyendo todo lo que Venezuela ha pasado para llegar al sistema electoral mayoritario que hoy establece su constitución. Sí llegó una figura política a ocupar una posición es por que tú lo decidiste y en las circunstancias ilegitimas que todos conocemos es por que lo permitiste. NO aceptes que el poder que invadió nuestra soberanía cree en ti tanto rencor para seguir deteriorando a Venezuela, piensa en el poder soberano que tú tienes y en que el ESTADO te pertenece a ti y a todos los venezolanos; porque tú eres su hijo, eres su población, eres quien lo sustenta. 

Sé, como venezolana, que muchas veces al día pasa por tu mente el concepto de emigrar y en tu norte profesional se encuentra esa opción. El huir te alejará del territorio, pero los problemas volarán contigo a tu lado porque son tuyos. Tengo noción de tu pensar e incluso tengo la capacidad de saber que las palabras no te van a convencer tan fácil, pero la más realista y bella condición es la de VENEZOLANO. Que tus motivos de partida sean de trabajos temporales, tacha la posibilidad de que el sistema de gobierno te expulse de tu nación. No se debe ser enemigo de la emigración, pero por qué hacerlo en los momentos más difíciles cuando te lo ha dado todo. La situación es crítica, pero solo nosotros podemos cambiarla; los problemas que nos acuñen como el desprestigiado “bachaqueo” es una situación creada por la población, para la población; ninguna otra nación es responsable.

La injusticia que domina a la sobrellevada mujer es extenuante. La elegante dama que te vio nacer, la que aguanta tus humillaciones, descuidos, la única que no te costó un bolívar y es de tu propiedad, tu regalo más grande y pequeñamente valorado; tiembla de cólera. El extranjero la clama y que pasa con el “VENEZOLANO” que al oír el nombre de su nación se exalta y no sabe si por amor o vergüenza.  ¿Será que Venezuela es mucho para la población que le tocó? El venezolano no conoce el país en su totalidad, ni los más mínimos milagros geográficos que posee.

La mejor frase que se le puede adjuntar a Venezuela es “sin miedo ni envidia”. No escribo esto para desprestigiar a ningún otro país, sino para engrandar la verdadera reputación e imagen de una nación que floreció y requiere de amor. Descubre y explora cada una de las letras de tu V E N E Z U E L A, valórala, defiéndela, vívela, lúchala, actúa de manera alternativa mientras ganamos una batalla de tiempo y paciencia, desde hoy aborrece el individualismo…


                                                                                                              Eylimar Villalobos. 

domingo, 8 de marzo de 2015



“La pobre cultura de un país rico”


            El alejarse de la fragancia venezolana era como empezar un camino lleno de escasez afectiva. Siempre fue la gentilidad, la alegría y el calor humano lo que encarnaba a una sociedad que nunca imaginó desenvolverse en un océano de valores efímeros. Lo que en su momento acercaba a ese hombre a su tierra, ahora lo aleja. Que lástima, pero se perdió, se perdió, ferozmente se perdió la verdadera riqueza del país: la atractiva, elegante, emprendedora y más deseada cultura venezolana.


            El radiante y conquistador espíritu sensible del que tanto se jactaba el venezolano, hoy envenena. Fue decayendo como un paracaidista sin destino. Aún existe una identificación, forrada de conocimientos vagos y hambrientos, que sostiene el hilo del que cuelga Venezuela. Suena paranoico decir que ahora lo que nos queda es nutrir nuestro cuerpo con rabias, miedos, angustias, desespero, preocupaciones y sobre todo la tristeza de saber que el frío apenas empieza a congelar. La penuria de la que tanto se huyó, ahora nos reina y el doble.


            Lo permitimos, aceptamos que un monstruo nos cambiara y lastimara a la víctima mayor: Venezuela. A diario, nos imponemos a grandes acciones de manera subjetiva, pero al parecer en este caso nos cegaron y juguetearon con nosotros. Así de a poco, y como todo, nos adaptamos; navegamos durante la tormenta e intentamos sobrevivir, gritamos por el terror que vivimos en pleno viaje, pero como en el océano solo está nuestro barco, nadie nos escucha.


            El conformismo aplaude discursos provenientes de un pulverizado intelecto, mientras el cansancio repudia sus palabras. La fuerza mal empleada junto a las acciones e ideologías apasionadas bastaron para formar la emulsión encargada del desorden y retroceso venezolano. Esas, las estancadas élites individualistas, que aborrecen el bienestar social funcionan como las máquinas caminadoras; te ejercitan, pero si no vas a su ritmo, te caes. Son figurillas de indiferencia que contaminan, y ya estamos lo suficientemente infestados como para soportar más.


            Ya no se festeja el amor, sino el odio; la paz se convoca y la guerra se forma; ya no se estudia, ahora se vende; ya no nos quedamos, ahora nos vamos; la división permanece, la unión se encarcela; la gente no respeta, te roba; el futuro se esfuma, el presente nos angustia; ya los medios no informan, solo te entretienen; los profesionales se van; los libros duermen y las armas se ocupan. ¿QUÉ SERÁ DE ESA TRANQUILIDAD Y LIBERTAD QUE TANTO ANHELA VENEZUELA? ¿Será que también huyó? O se cansó de subsistir? Estamos tan sentenciados, que la vida vale menos que el bolívar.   


            Que deambulado concepto de felicidad tenemos, tan errado que decimos ser felices cuando no podemos ni hablar. El venezolano de hoy vive en la felicidad del miedo; en un materialismo que sustituye ese sentimiento subjetivamente positivo. La felicidad puede ser personal, pero existe un obstáculo patriótico que siempre nos une: esa huella de pertenecer a una misma nación, la satisfacción de ser hermanos venezolanos, la tradición de celebrar y ser compadres a raíz de una conversación de cinco minutos, le alegraba el alma a más de uno.


            La felicidad no se trata de no tener que seguir normas ni leyes en ningún aspecto de la vida, muchas personas desconocen que esas medidas son las que te resguardan y mantienen el orden social, tampoco de recibir todo sin hacer el mínimo esfuerzo, ni de vivir de mentiras populares. Este derecho de sentimientos positivos nace y crece en ambientes libres de personalidad, de derecho a la vida, a poder escribir y trabajar con ética, de no tener que robar para comer, de poder comprar lo que se quiere, de conseguir los alimentos y sobre todo de poder vivir sin miedo. Un poder político, sin trastornos, en reguardo a la sociedad intervendría para que su población fuese aptamente feliz. Lamentablemente, existe otro gran problema, y es que tenemos un sistema que crea leyes que le dan paso a la muerte y detiene la expresión. 


            Que profundo desinterés sienten muchos venezolanos hacia el progreso, hacia el triunfo, hacia la paz. Pues, eso es parte del desconocimiento que tienen, ellos, ante esos valores y sentimientos que predominan en otras tierras, pero no en la nuestra. Hoy vivimos como una cadena de pensamientos; tantos problemas y no superamos ninguno, se van superponiendo uno, otro, y a la vez van desapareciendo de nuestra mente y no de la realidad.


            Piensa en todo lo que hemos perdido, no dejemos que nos quiten lo poco que nos queda, que nos maten a más hermanos, ni tampoco que Venezuela quede sola para puros interesados. Tristemente, nuestra tierra se transformó: es rica en lo material y pobre en lo espiritual; de esa mezcla solo surge una estancia vacía. Somos tan pobres que no tenemos un concepto de felicidad en condiciones dignas, tan pobres de lo que realmente nos hace feliz, de lo que nos llena y es tan esencial… somos tan ingenuos.


                                                                                                                       Eylimar Villalobos.